Pregunta:
¿El maaser se debe separar de inmediato o se puede ir ahorrando para hacer un gran donativo a una institución específica? ¿Yo puedo decidir a quien dale mi maaser o se lo debo dar a cualquier pobre que viene a pedirme tzedaká? ¿Qué pasa si doy más del 20 por ciento o menos del 10?
Respuesta:
Hay algunas personas que no basan su diezmo en una contabilidad precisa, sino que lo estiman hipotéticamente. Destinan una cantidad arbitraria de dinero a caridad, y suponen que esa donación equivale realmente a un décimo de sus entradas. Sin embargo, ese método de contabilidad deja amplio margen a errores y autoengaño, porque casi seguramente la donación total será menor que el diezmo que deberían haber pagado. La amonestación de Rabán Gamliel en el Tratado de Avot:
“No te acostumbres a dar diezmo por conjeturas” probablemente se refiere también a aquellas personas que confían en su criterio personal al apartar el maaser kesafim.
No debe postergarse nunca el apartar el propio diezmo. Más bien, al recibir salarios, ganancias en negocios y cualquier otro tipo de entradas hay que apartarlo inmediatamente después de las debidas deducciones; aquellas personas que postergan la separación del diezmo corren el riesgo de olvidarse de hacerlo.
Quien deseare ser tan generoso como fuere posible en su obligación, no necesita conformarse con dar el décimo exigido, sino que puede esforzarse en donar hasta un quinto de la cantidad sujeta al diezmo. Quien goza de muy buena posición económica, y, por lo tanto, no debe temer que su generosidad lo puede llevar a la indigencia, debe dar aún más de un quinto. El que da a los pobres menos de la décima parte de su entrada merece ser llamado “ojo perverso”, es decir, avaro.
La ley religiosa no prescribe ninguna bendición especial para el momento en que se aparta el diezmo, del mismo modo en que no se necesita decirla para ningún otro acto caritativo.
Aquel que haya dado más dinero para caridad que lo que la ley del diezmo le exige, puede deducir la diferencia del diezmo siguiente, y utilizarlo entonces para fines personales. En esos casos se recomienda hacer una reserva formal para deducir del diezmo posterior las donaciones “adelantadas”. Hay además otras circunstancias que permiten a la persona donar más de un quinto de sus ganancias, como ser:
a. Quien debiera ayunar muchos días para expiar sus pecados, y por razones de salud no estuviera en condiciones de hacerlo.
B. Quien sintiera acercarse su fin, podrá repartir o legar hasta la mitad (según otras opiniones hasta un tercio) de sus bienes para obras benéficas, siempre y cuando no se vea afectado por ello el mantenimiento de sus hijos.
C. Cuando se trata de salvar una vida.
D. Cuando se trata de fomenar el estudio de la Torá.
E. Si alguien tuviera la suerte de ganar una gran suma en la lotería, es muy conveniente, donar para fines benéficos, más de un quinto de esta ganancia.
Por razones psicológicas y también para evitar errores, se aconseja depositar los diezmos, ni bien se los haya calculado, en una alcancía o caja especialmente destinada para ello, o, por lo menos, en un sobre marcado “maaser”. Parece que fuera mucho más fácil tomar mayores cantidades de dinero de un “fondo especial” que ya está apartado para este propósito, que sacarlo del “propio bolsillo”. Además este procedimiento tiene la ventaja de que, en caso de fallecimiento inesperado del pagador de maaser, sus herederos sabrán a quien estaba destinado ese dinero, y no lo considerarán parte de la herencia dejada por el muerto.
Ni siquiera aquellas personas que son tan afortunadas que pueden poner grandes sumas de dinero en la “Caja de Maaser” deben permitir que permanezcan allí mucho tiempo. Todo el diezmo que se tenga a mano deberá utilizarse antes de los años tercero y sexto de cada ciclo de shemitá. No sirve para nada dejar que el dinero se acumule indefinidamente a causa de una precaución excesiva, porque el pagador podría morir mientras tanto, y la obligación de dar diezmo, al igual que todas las demás obligaciones religiosas, solamente puede ser observada por las personas vivas, y no por los muertos.
En principio, la persona que ha apartado los fondos del diezmo de sus ganancias, también tiene la facultad de disponer de ellos (tovat hanaá). Tiene el derecho de distribuirlos entre aquellas personas necesitadas o instituciones filantrópicas que estén más cerca de su corazón, o que, en su opinión, sean particularmente dignas de ayuda.
Sin embargo puede presentarse una situación en la cual los fondos del diezmo deban ser distribuidos por otra persona que aquella que originalmente los separó de sus entradas. Podría ocurrir esto, por ejemplo, si el pagador del diezmo muriere antes de tener la oportunidad de distribuir el dinero. Como el fondo del diezmo no se considera parte de la herencia del fallecido, el derecho de disponer de él no se asigna a los herederos sino a los administradores de caridad de la comunidad o congregación judía de la que hubiere sido miembro el desaparecido. Sin embargo, si éste hubiera dejado un testamento designado por su nombre la causa o causas filantrópicas a las que deben ser entregados los fondos del diezmo que hayan quedado al tiempo de su fallecimiento, sus deseos deben ser respetados.
Si niños huérfanos poseen fondos (provenientes de una herencia), los tutores no solo pueden, sino deben separar el maaser de los niños para pagar a los maestros de estos niños y comprar libros de estudio de religión para ellos.
La esposa, especialmente la de un hombre de buena posición económica, está autorizada, aun sin el permiso específico del marido, de usar los fondos del maaser existentes en su domicilio para ejercer beneficencia.
Si se tratara de diezmo tomado de una dote matrimonial pagada en efectivo, es el novio, cuyo deber es apartar el diezmo de la suma total, el único que tiene derecho a decidir cómo será distribuido ese diezmo. Ni el padre del novio ni de la novia pueden opinar sobre el tema. En caso de que uno de los dos padres hubiere prometido a los recién casados una dote de la cual ya se hubiere tomado el diezmo, es deber del padre que da la dote distribuir ese diezmo según lo crea conveniente. Sin embargo, si tanto la novia como el novio tuvieran parientes pobres dignos de recibir ayuda monetaria, el padre que reparte la dote deberá pensar no solamente en los necesitados de la propia familia, sino, y en la misma porción, en los de ambas. |