Pregunta: ¿Qué pasa si a la persona que dañe se murió y no pude pedirle perdón? ¿Es necesario pedirle perdón específicamente por el pecado o basta con haberle dicho “perdóname por todo lo que te hice” aunque él no sepa de qué se trata?
Respuesta: Si fallece la persona contra la cual se pecó, es bueno disculparse con ella antes de su entierro, y en caso de que no sea posible hacerlo, el ofensor debe llevar diez personas al cementerio donde fue enterrada, caminar descalzo, sin zapatos ni calcetines, desde la entrada del cementerio hasta la tumba de dicha persona, y debe ponerse de pie al lado de su tumba, junto con los diez acompañantes, para que el asunto se haga público; debe especificar qué fue lo que le hizo al difunto (si eso no representa un desprecio para el difunto). Y debe decir lo siguiente: “Escúchenme por favor maestros míos, pues pequé en contra del Dios de Israel y de quien yace aquí enterrado, y, por tanto, pido una disculpa y expiación del Dios de Israel y del que yace aquí enterrado por todo lo que hice en su contra” (Shulján Aruj 606:2; Kaf Hajaím, ibíd., inciso 40; Mishná Berurá incisos 14 y 15).
Si el cementerio donde se encuentra enterrado el perjudicado está a más de tres parsaot de distancia (parsaot: plural de parsá, unidad de longitud equivalente a cuatro mil metros aproximadamente) del lugar donde vive el agresor, no tiene la obligación de ir a disculparse personalmente y puede nombrar un emisario para que vaya a disculparse en su nombre; el emisario tiene que llevar a diez acompañantes y decir lo siguiente al lado de la tumba: “He aquí que yo soy un emisario de tal persona y reconozco públicamente que él me mandó a pedirle perdón a este difunto por lo que le hizo, etc.” (Kaf Hajaím 606:40; Mishná Berurá inciso 14).
Si alguien desprecia a un muerto, no tiene que ir a su tumba a disculparse en persona, sino que basta que se disculpe desde el lugar donde lo despreció. Y si lo difamó, tiene que arrepentirse, pues, de no hacerlo, tal transgresión le ocasiona el jerem kadmonim (excomulgación impuesta por las autoridades halájicas antiguas) por difamar a los muertos; hay quienes opinan que aunque lo haya despreciado después de muerto, es necesario ir a disculparse a su tumba (Shulján Aruj 606:3; Kaf Hajaím inciso 35; Mishná Berurá inciso 14).
Devolver lo robado a los herederos: Si una persona le roba a alguien y éste fallece, debe devolvérselo a los herederos; lo mismo aplica con cualquier otra deuda. Si no sabe quiénes son sus herederos, debe ir a entregarle el dinero al tribunal judío. Pero no puede disculparse con los herederos por haber avergonzado a su padre, ya que ellos no tienen el derecho de perdonar algo que afecta el honor de su padre, sino que debe ir a disculparse delante del difunto, como fue aclarado anteriormente (Kaf Hajaím, ibíd., incisos 36 y 41).
Pedir perdón en persona: Una persona que dañó u ofendió a su prójimo verbal o físicamente, debe ir en persona a disculparse, hasta que el perjudicado lo perdone con sinceridad. Si le es muy difícil ir hasta donde se encuentra, debe llamarlo por teléfono, escribirle una carta o mandar un emisario; esto último es conveniente si sabe que por medio del emisario se va a apaciguar más fácilmente (Kaf Hajaím, Ibíd., inciso 11; Mishná Berurá, Ibíd., inciso 2).
Si alguien pecó contra su prójimo y no puede disculparse (por ejemplo, si vive lejos de él), debe hacer la siguiente declaración: “Señor del Mundo, mi deseo es apaciguar a mi prójimo, pero en este momento no puedo hacerlo. Me comprometo a apaciguarlo en cuanto tenga la posibilidad de hacerlo”. Esta declaración debe ser hecha con total sinceridad, ya que Hashem sabe todo lo que cada uno tiene oculto en su corazón.
Pedir perdón de manera general: Se acostumbra que en la noche de Yom Kipur el oficiante del rezo anuncie que todas las personas deben perdonar a sus compañeros, y cada integrante de la congregación debe decir: “perdonamos”. De esta manera cada persona despierta una gran defensa hacia sí misma, por haber perdonado a su compañero aunque él no haya ido a disculparse, y con mayor razón, Hashem nos perdonará, dado que nosotros le suplicamos y le rogamos que lo haga (Véase Ben Ish Jai, ibíd., inciso 5).